El regimiento Alcántara, impulsor de la construcción del cuartel de caballería de Almansa

Por nuestra ciudad, debido su condición de lugar de paso entre la meseta y el levante, y entre Andalucía y Aragón, han circulado a lo largo del tiempo muy diversas culturas, personalidades, viajeros, unidades militares… Entre estas últimas, por ejemplo, son conocidas el paso del ejército de Alfonso X el sabio en 1244, que incorporó Almansa al reino de Castilla; o los movimientos de tropas durante la guerra de Sucesión, que cristalizaron en la Batalla de 1707; o la fundación aquí en 1632 de la coronelía del Rey (germen del actual Regimiento de infantería Inmemorial del Rey n.º 1 «el Freno»), en donde permaneció durante 3 años. O el regimiento de caballería Alcántara, fundado en 1656 en Flandes, y participante en numerosas acciones bélicas al servicio de España, entre las que destaca su comportamiento heroico en el llamado “desastre” de Annual de 1921, con la muerte en combate del 80% de sus componentes.

Jinete del Regimiento de Caballería Alcántara en 1775. Álbum de la Caballería Española (1861)

Nos centraremos en esta unidad, hoy denominada Regimiento de Caballería “Alcántara” n.º 10, y su estancia en Almansa durante unos meses de 1763 y 1764. Lo cual fue determinante para convencer al pueblo almanseño de la necesidad de edificar un cuartel de caballería.

Existen noticias del paso de otras unidades en años anteriores. En 1757 circuló por Almansa un escuadrón de la Real brigada de Carabineros (fundada en 1732 por Felipe V), cuyos hombres se alojaron en las casas de los vecinos como era habitual. Al año siguiente, 1758, pasó por aquí el regimiento de caballería Flandes (fundado en territorio flamenco en 1694, y disuelto en 1763). Aunque no pernoctó en la entonces villa, sí hubo que preparar paja para los caballos.

Más problemas crearía el regimiento de caballería Alcántara. A principios de diciembre de 1763, el capitán general del reino de Valencia anunciaba el asentamiento en Almansa, por un tiempo, de 3 compañías de dicha unidad “con su plana maior”. Una compañía de caballería de la época estaba integrada por unos 45 jinetes, así que debieron de llegar entre 150 y 200 soldados con sus monturas.

El concejo de Almansa y sus vecinos debían de procurar todo lo necesario para su estancia, como se lee en las actas capitulares de diciembre de 1763 y posteriores, custodiadas en nuestro Archivo Municipal. De ello se encargarían los señores capitulares don Juan Lázaro Martínez Abellán, el alférez mayor don Miguel José Galiano Spuche, y don Nicolás Mateo de Ochoa, como comisarios nombrados por el concejo.

El día 9 las tropas se hallaban ya en Almansa alojadas en las casas de los vecinos como era habitual, lo cual provocaba molestias y roces. Para evitar estos daños se determinó habilitar un cuartel, y de común acuerdo con el coronel del regimiento se eligió la posada de los Arcos, situada en la calle Ferrero y propiedad de don Pedro Vallejo, más las dos casas anexas, una de ellas perteneciente a Ignacio Urrea. El concejo arrendó los tres inmuebles para hacer las veces de cuartel.

Acta capitular de Almansa de 9/12/1763. Entre flechas se lee: «se ha destinado a esta villa para su es / tablecimiento un esquadron del regimiento de ca / balleria de Alcantara con la plana maior»

Una vez acordado el alojamiento, juntadas las camas disponibles, resultó que faltaban 72, las cuales se solicitaron al intendente de la ciudad de Valencia, don Francisco Xavier Almela. Con tal fin se desplazó a la capital valenciana uno de los comisarios, don Miguel José Galiano Spuche. Las gestiones le ocuparon varios días, hasta que por fin, el 9 de enero, don Miguel retornó con las camas y la ropa necesaria. A cambio, la villa se obligaba a rellenar de paja los jergones; a lavar las sábanas cada 40 días durante los meses de enero a marzo, y cada 30 de abril a septiembre; y a proporcionar a los soldados los utensilios de cocina y mesa necesarios, además de aceite y leña (ante la alta demanda en invierno, el intendente de Valencia dio licencia para recogerla en el término de Ayora). Con el cuartel por fin provisto de lo necesario, los soldados del regimiento Alcántara abandonaron las casas de los vecinos y se instalaron en él.

Aunque los problemas continuaron, pues la necesidad de asegurar un suministro de leña en aquel invierno acarreó conflictos con la vecina Ayora. Esta, a inicios de febrero apresó a tres vecinos almanseños que buscaban leña en su término para el suministro del cuartel, más las trece caballerías que llevaban con ellos. Las protestas del concejo de Almansa surtieron efecto, y los ayorenses autorizaron la extracción de dos carros de “leña muerta” a la semana para el cuartel. Aunque para evitar nuevos problemas, los almanseños protestaron también ante el intendente de Valencia, que el 20 de febrero reconoció su licencia para recoger leña en el término ayorense, al no haberla en el suyo. Y a la vez, sancionó a la villa de Ayora por la detención de los tres vecinos y sus caballerías, lo cual había interrumpido el suministro de las tropas. Pese a estas medidas, los vecinos de Ayora continuaron estorbando la recogida de leña, con las nuevas lógicas protestas de los almanseños ante el intendente de Valencia.

Las últimas noticias sobre la unidad son ya de meses después. El 16 de julio se informa de una enfermedad entre los caballos, tal vez debida al calor de la estación. Para su curación, el concejo resolvió trasladar los animales enfermos a las cuadras de las casas cercanas. Asimismo, el 30 de julio se resolvió requisar la paja de los vecinos para alimentar a los caballos de la tropa, pues las reservas del concejo estaban ya agotadas, más aún con los viajeros y comerciantes que circulaban por Almansa, y sin vistas de reponerse tras la desastrosa pérdida de la cosecha debida al granizo.

Croquis del cuartel de caballería en 1784. Elaborado por Antonio Romero Navarro, escribano del concejo

Tras el verano desaparecen de los archivos las noticias sobre la unidad, lo que hay que atribuir a su marcha de Almansa. Sin duda, las graves molestias y daños ocasionados a la población animaron a construir un cuartel de caballería, cuyos gastos fueron costeados por los mismos vecinos. Tras su finalización en 1783 junto al camino real de Madrid, con capacidad para alojar al menos a 500 soldados, el cuartel se entregó al monarca Carlos III con intención de servir de alojamiento a las unidades militares que circulasen desde entonces por el término.

Tras diversas peripecias, en 1899 el cuartel sería adquirido por la empresa de calzado “Hijos de Francisco Coloma”, protagonista en el desarrollo industrial de nuestra ciudad.

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