Violencia contra la mujer en la Almansa de 1616: el caso de Isabel Martínez de Yeste

El año 1616, la almanseña Isabel Martínez fue asesinada por su esposo Alonso López Benito, ayudado de algunos secuaces, en «la cuesta del castillo». El lugar del crimen no fue al azar, ya que por entonces la fortaleza carecía de uso. Se trataba de un lugar apartado, con apenas paso de gente y poco recomendable para visitar de noche. Al no conocerse los detalles del crimen, solo queda intuir lo que pudo suceder: tal vez Alonso tuviera noticias de alguna infidelidad de Isabel, lo cual dañaba su honra y, la llevara a “la cuesta” engañada o a la fuerza. Allí, alejado de ojos y oídos indiscretos, le fue fácil cometer el crimen. O tal vez Isabel fuera forzada a prostituirse en aquel lugar apartado, y cualquier desavenencia provocó su muerte por la banda del esposo.

ilustracion medieval de Román de la Rose, Chantilly, Museo Condè.2
Ilustración medieval del manuscrito Chantilly, Román de la Rose.

Fuera cual fuese la causa del crimen, lo que indican los archivos es que, pocos días después del suceso, Catalina de Yeste, madre de Isabel, perdonaba al culpable. Catalina concedía ante notario una carta de perdón (habitual por entonces), en la cual, como el nombre indica, exoneraba de toda culpa al yerno y asesino de su hija, y a la vez renunciaba a recurrir a la justicia. Es muy posible que recibiese alguna contraprestación económica a cambio.

Por si esto fuera poco, en dicho documento privado la madre justificaba el asesinato, y a su yerno, por ser su hija adúltera: «porque save que en ello hiço lo que devia el dicho su yerno, por aver cometido la dicha su muger adulterio». Con estas palabras volvía a matar a su hija.

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Carta de perdón de Catalina de Yeste (AHPAb, año 1616). Se lee: «la / dicha mi hija fue hallada muerta los dias / pasados en la questa del castillo de ziertas he / ridas de questa hecho proceso de oficio…

Para comprender mejor lo sucedido (nunca para justificarlo), es necesario conocer la sociedad de aquella época. Por entonces, el individuo no valía nada por sí mismo, sino únicamente como integrante de un grupo, la familia. Y dentro de ella, el padre o cabeza de familia imponía su voluntad sobre el resto de miembros: esposa, hijos e hijas. Algo que ha llegado hasta fechas muy recientes.

En esta estrategia social, los hombres se encargaban de aportar la honra familiar al resto de la familia, y las mujeres de su custodia. De ahí la extrema importancia de vigilar a las hijas, con el fin de hacerlas llegar vírgenes al matrimonio y salvaguardar la honra familiar. De esta manera, se garantizaba al nuevo esposo que el primer hijo habido dentro del matrimonio sería legítimo. Lo cual permitía la perpetuación de su linaje, y la transmisión de todas sus propiedades a alguien de su sangre.

Por tanto, el que la hija llegase virgen al matrimonio certificaba el éxito del padre en su obligación de mantener intacta la honra familiar. Desde ese momento, dicha obligación quedaba a cargo de su yerno.
Lógicamente, en aquella sociedad el adulterio de la esposa significaba una verdadera tragedia, pues además de la honra perdida, el posible hijo bastardo podría heredar los bienes del padre ignorante, algo que debía evitarse a toda costa. Desde época medieval, las leyes permitían al marido cornudo castigar con la muerte a la esposa y su amante, en caso de encontrarlos juntos en un lugar apartado o escondido de la vista. Este pudo ser el caso de Isabel Martínez, aunque nada se sabe del amante, que escaparía o sería perdonado directamente por el esposo.

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Una pareja de adúlteros son ajusticiados juntos. Grabado medieval.

Por todo lo anterior, las mujeres no podían permanecer solas, al contrario que los hombres, y de la custodia y vigilancia del padre pasaban a la del marido. O también podían ser recluidas en un convento, otro espacio donde quedaba protegida la honra familiar. Sin embargo, existen algunos ejemplos de mujeres solas sin la tutela de un hombre. Es el caso de las viudas, que se convertían en cabezas de familia y se ocupaban de sus hijos e hijas al menos hasta que el primogénito varón alcanzase la edad adulta. En ocasiones, las hijas de las elites no eran forzadas por el padre a casar o profesar en un convento, sino que quedaban bajo la vigilancia de algún hermano. Si este fallecía (o no lo había), se convertían en cabezas de la familia y regían el patrimonio familiar. Claro está, para las mujeres solas de las clases humildes solo cabía dedicarse a la prostitución, en alguna mancebía o en la calle.

La Almansa de épocas pasadas no escapaba a este contexto social e ideológico, y ello explica el triste caso de Isabel, que no debió de ser aislado, y en definitiva ilustra la terrible situación de las mujeres de la época, completamente a merced de sus esposos.

Para saber más:

  • Archivo Histórico Provincial de Albacete. Protocolos notariales de Almansa, año 1616.
  • ARRÁEZ TOLOSA, A. (2021). «El Castillo de Almansa. La importancia de las fuentes escritas para la comprensión del monumento». En Castillo de Almansa, pp. 185 – 214. Coord. Asociación Torre Grande, Almansa.
  • GARCÍA GONZÁLEZ, F. (Coord.) (2008). «La historia de la familia en la Península Ibérica (SS. XVI-XIX). Balance regional y perspectivas». Ediciones Univ. de Castilla – La Mancha.
  • MOLINA PUCHE, S. (2005). «Familia, poder y territorio. Las élites locales del Corregimiento de Chinchilla-Villena en el siglo XVII». Tesis doctoral. Univ. de Murcia.
  • SORIA MESA, E. (2007). «La nobleza en la España moderna: cambio y continuidad». Ed. Marcial Pons Historia. Madrid.

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