Mujeres almanseñas y lectura en 1634. Doña María González y Ángela de Valladolid

Para conmemorar el Día del Libro, rescato la figura de doña María González, almanseña que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII. Amante de las artes y las letras, era poseedora de una biblioteca de cierta profundidad, seguramente creada junto a su esposo difunto. En su testamente del año 1634 donaba a su amiga Ángela de Valladolid un libro, a gusto de ella, el “que mejor escoxa”, además de un óleo del Descendimiento de la Cruz.

Retrato madre de Rembrandt, Anciana leyendo la Biblia, Gerrit Dou, h 1630
Retrato de la madre de Rembrandt, Gerrit Dou, h 1630. Museo Nacional, Ámsterdam.

Por supuesto es imposible conocer la elección, aunque caben varias opciones. Es posible que Ángela eligiese un práctico recetario, típico en las casas de la época. O tal vez una novela sentimental, o un libro de caballerías, ambos géneros muy del gusto femenino de entonces. Aunque los segundos iban destinados a caballeros y jóvenes (el mismo Alonso Quijano), las mujeres fueron lectoras fieles y se sentían atraídas hacia ellos desde la infancia. Teresa de Jesús los leía, por ejemplo. Ángela pudo así llevarse a casa un Amadís, algún cuento de Cervantes, La Diana de Jorge de Montemayor, la misma Celestina, o el Lisandro y Roselia de Sancho de Muñón. O tal vez una novela corta, muy de moda en España desde la segunda década del siglo XVII, género en el que destacaron Tirso de Molina, Cervantes con sus Novelas ejemplares, y también mujeres como María de Zayas, Leonor de Meneses o Mariana de Carvajal. Cualquiera de ellos le serviría a Ángela de evasión, retiro, placer, entretenimiento…

Aunque tal vez pudo optar por una obra de aprendizaje moral, intelectual o religioso. En ese caso elegiría un Libro de Horas, el libro femenino por excelencia de la Edad Moderna, muy útil para la lectura y oración individual en el hogar o en la iglesia (o compartida con otras mujeres, amigas o criadas). Otros devocionarios típicos de la época eran los misales, los libros de memoria de Santos (San Francisco, Fray Luis de Granada, Catalina de Siena…). O el muy famoso “Flos Sanctorum”, un libro de epístolas y evangelios.

Novelas Zayas
Portada de las «Novelas amorosas y exemplares», de María de Zayas. Año 1637,

En su testamento, doña María dejaba también un libro a Pascual de Torralba, acompañado esta vez de un óleo de la Magdalena. Además de todo lo anterior, Pascual pudo haber elegido algún manuscrito, alguna historiografía clásica o libro ilustrado, comunes entonces entre la afición masculina.

En definitiva, pese a lo que podamos pensar, este sencilla historia muestra que en la Almansa de siglos pasados ya se leía, hombres y mujeres. Y tal vez más que ahora, con una sociedad inundada de estímulos de todo tipo. Asimismo, revela cierto grado de autonomía, independencia y libertad por parte de las mujeres. Ambas usarían la lectura como necesaria vía de escape a aquella sociedad creada a la medida del hombre, y que apartaba a la mujer.

Para saber más:

  • Archivo Histórico Provincial de Albacete (AHPAb).
  • Álvarez Márquez, Carmen. “Mujeres lectoras en el siglo XVI en Sevilla”, en Historia. Instituciones. Documentos, vol. 31
    (2004), pp. 19-40.
  • Baranda, Nieves, “Las lecturas femeninas”, en Historia de la Edición y de la lectura en España 1472-1914. Coordinado por
    Nieve Baranda Leturio. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2003, pp. 159-170.
  • Cátedra, Pedro M.; Rojo, Anastasio. «Bibliotecas y lecturas de mujeres: siglo XVI». Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2004.

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